ECUADOR Y LA GUERRA: LO QUE NOS GOLPEA NO ES UNA BOMBA, SINO LA GASOLINA

Por: PKC68
Fecha: 19-jun-2025

Cómo un conflicto lejano termina afectando tu bolsillo en la tienda

Mientras las imágenes de guerra se multiplican en los noticieros, muchas personas en Ecuador observan el conflicto con una mezcla de temor, indignación o indiferencia. Desde la comodidad de una sala, la guerra parece lejana. Sin embargo, sus efectos comienzan a sentirse en un lugar mucho más cercano: el surtidor de gasolina y el mercado del barrio.

No somos parte, pero no somos inmunes

Ecuador no forma parte activa de los conflictos armados actuales. No es miembro de la OTAN, no tiene alianzas militares ofensivas, ni alberga bases extranjeras. Por lo tanto, la posibilidad de un ataque directo o de sufrir una “lluvia nuclear” es prácticamente inexistente. Pero hay otra forma de ser alcanzados por la guerra: a través de la economía.

El país está dolarizado y depende en gran parte de las exportaciones petroleras. A simple vista, podría parecer que un alza en el precio internacional del crudo beneficiaría a Ecuador. Pero la realidad es más compleja.

Exportamos crudo, pero compramos gasolina

El Estado ecuatoriano exporta petróleo crudo, pero no tiene la capacidad suficiente para refinarlo en el país. Por eso, importa gasolina, diésel y gas licuado de petróleo (GLP) ya procesados, principalmente desde Estados Unidos.

Esto significa que si el precio del petróleo sube, también lo hace el precio de los combustibles que Ecuador compra. En lugar de ganar, el país puede terminar perdiendo más dinero subsidiando esos combustibles para que no suban en el mercado interno. Y si decide reducir o eliminar esos subsidios, la factura la paga directamente el ciudadano: más caro el transporte, más caro el pan, más caro todo.

El verdadero impacto es económico (y psicológico)

Aunque los misiles no nos caigan encima, sí sentimos el impacto en el bolsillo. Un conflicto en el Medio Oriente o en Europa del Este puede disparar los precios del barril de petróleo, generar incertidumbre financiera y empujar la inflación a nivel mundial. Ecuador, como país importador de alimentos y derivados de hidrocarburos, es vulnerable a esos movimientos.

A esto se suma el miedo y la desinformación. Muchos ciudadanos comienzan a temer lo improbable (como una bomba nuclear en Sudamérica) y descuidan lo real: la pérdida del poder adquisitivo, el encarecimiento del transporte y la dificultad de sostener los subsidios sin afectar otras áreas como salud o educación.

¿Qué se puede hacer?

La clave está en mantener la calma y exigir decisiones inteligentes desde el gobierno. Aprovechar cualquier ingreso extraordinario por petróleo para estabilizar las finanzas públicas, y al mismo tiempo, trabajar en una transición energética y una mejor planificación del subsidio. El país necesita refinerías eficientes, transporte público robusto y un sistema económico menos dependiente de factores externos.

Pero sobre todo, los ciudadanos deben mantenerse informados. Saber que el problema no está en las bombas de otro continente, sino en los números que vemos cada semana en la bomba de gasolina.

Guerra allá, violencia aquí: cuando el caos económico alimenta al crimen

Una guerra internacional no solo encarece el petróleo. También desencadena una serie de efectos internos que terminan agravando otro de los grandes males del país: la inseguridad. Cuando el dinero no alcanza y no hay oportunidades reales, la delincuencia encuentra terreno fértil para crecer.

1. Precios altos, consumo bajo

El aumento en el costo de vida reduce el consumo. Las ventas caen, los negocios ajustan personal y la economía informal se vuelve aún más precaria.

2. Más desempleo, más desesperación

Con menos empleo y salarios que no alcanzan, muchas personas, especialmente jóvenes, ven en las bandas una salida rápida. No se unen por maldad, sino por necesidad.

3. El Estado sin recursos

Cuando el gobierno destina más dinero a subsidios o deuda, recorta donde puede: salud, educación, seguridad. La policía queda debilitada, la justicia saturada y los barrios desprotegidos.

4. Las bandas se fortalecen

Controlan el mercado negro, extorsionan a pequeños comerciantes, suben tarifas y reclutan con hambre. En zonas donde el Estado no llega, ellas imponen su ley.

Conclusión:

No hace falta que caiga una bomba para que nos golpee la guerra. Basta con que suban los precios, se reduzca el empleo y aumente la desesperanza. En un país frágil, cualquier crisis internacional es un combustible extra para la inseguridad local.